jueves, 4 de junio de 2009

BOLETIN DE OPINION 05.06.09

Apelando a la razón: Por el voto nulo
Jock Ravez (http://jockravez.blogspot.com/)


El debate en torno al voto nulo, ha desatado muchas críticas; aquellas que van desde acusar a quienes defendemos dicha opción, de simplistas, hasta aquellos que acusan de idealistas, utópicos e ilusos, por lo“inútil” de la propuesta.

Sin embargo, no puedo encontrar mayor apego a la realidad, que esta
acción. Podrán decir que el voto nulo les va y les viene a quienes se
sostienen por ése medio -el del voto-; inclusive, se argumentará que
el voto nulo no sirve para nada, y que igual las cosas seguirán como
están, con o sin esa acción.

Mas, aquellos que acusan de irrealistas e idealistas a quienes
sostienen esa opción, pecan de eso mismo que acusan: de fantasiosos,
puesto que, aunque no tendrá un efecto inmediato, y relativamente
concreto sobre los resultados de la elección, sí lo tendrá en efectos
sociales, políticos, y culturales -creo que tendrá un impacto en
nuestra cultura, como consecuencia-.

Votar nulo implica dos cosas: 1) Refrendar la inconformidad del
ciudadano, hacia ese ente que se hace cada día más ajeno, que es el
partido político, y sus potentados; y 2) Como consecuencia de lo
anterior, está asumiendo consigo mismo esa fe; es decir, en tanto que
expresa su falta de confianza hacia los partidos políticos, es que
encuentra en sí mismo esa confianza para enfrentarse a ellos, y
decidir tomar las cosas en sus propias manos. Es decir, el ciudadano
cree en sí mismo.

Y es así donde radica el realismo del voto nulo. Es inconcebible
pensar que, tarde o temprano, esa tensión entre la actitud falsa,
equívoca, hipócrita, y hasta, a veces, mezquina de los partidos frente
a los ciudadanos; y la ausencia de representatividad de los intereses
meramente ciudadanos -aunque diversos-, resultado de esa actitud antes
mencionada, que desemboca en un cansancio, y falta de credibilidad, no
se hubiese dado nunca. Es decir, es un proceso normal, y hasta lógico,
el que se desarrolla hoy en día -nada más real que esto-; esa falta de
credibilidad hacia el partido político tenía que darse tarde o
temprano por los excesos y vicios que ellos mismos han ejecutado al
interior, y exterior, del mismo.

Entonces, no entiendo en dónde radica el idealismo, y, por lo tanto,
la falta de realismo del voto nulo. Es decir, me parece todavía más
idealista querer creer que votar por uno u otro -sea cual sea la
razón-, será menos dañino y perjudicial, que si anulamos de tajo las
diversas opciones que nos presentan, y las condenamos por igual a
todas. No creo que votando por uno u otro cambien las cosas; al
contrario, todo seguirá igual, y ellos encontrarán conformismo por
parte de nosotros.

Probablemente, el voto nulo no les dirá nada de manera inmediata -y
directa-; sin embargo, en una proyección a futuro, creo que tendrá
graves repercusiones contra ellos; la falta de apoyo ciudadano se verá
reflejado tarde o temprano, y la sociedad cobrará el costo de esa
actitud -les pasaremos la factura-. Es lo más lógico y normal. Así se
ha desarrollado la sociedad por muchos años; siempre llega un momento,
en el cual ya no se puede sostener más un algo, y tiene que ser
modificado por aquellos que no se sienten satisfechos con ese algo
¿Cómo? Expresando, y haciendo tangible la inconformidad por el medio
que sea posible.

Acusar al voto nulo de idealista, es negar la realidad que se vive
hoy. No veo otra alternativa para cambiar esta situación sino en el
voto nulo. Se trata de un actuar congruente, apelando a la razón, y a
las convicciones. Si nos oponemos a aquellos que nos ha pateado, y
seguirán pateando, no tenemos de otra que refrendarlo expresando
nuestra inconformidad frente a ello. En otras palabras, votar por uno
u otro, será como golpear nuestra razón, y fomentar su soberbia,
cinismo, y sin-razón. Eso es lo que esperan, cansarnos, y
desesperarnos, orillándonos a la desilusión, y al conformismo.
Respondamos con lo opuesto.

¿De Vuelta al Pasado?
Rodrigo Canek Ballesteros Avila

En lo que va del presente sexenio, mexicanos y mexicanas, hemos visto como el Ejecutivo Federal, se ha empeñado en hacer reformas constitucionales, algunas veces con éxito, otras con no tanto. A la mayoría del pueblo mexicano estos sucesos le han pasado desapercibidos, o bien solo fueron tema de desayuno, comida o cena. Es acerca de estas reformas y lo que pretenden instrumentar con ellas, el objetivo de esta serie de artículos.
Recordaran el escándalo que armó el Gobierno Mexicano cuando una publicación estadounidense lo tildo de ser un estado fallido, recordarán como salieron algunos de los funcionarios del más alto escalafón del país, a darse golpes de pecho y a alegar que dicho adjetivo era erróneo y que el país tenía gobernabilidad.
No sé si en México tengamos un estado fallido, no me considero alguien con la suficiente autoridad en el tema, pero es un hecho que representantes populares, elegidos en procesos electorales con una bajísima participación ciudadana, no son muy legítimos. En ese mismo tenor, instituciones en las que el grueso de la población ya no cree, tampoco lo son –según mi forma de ver las cosas. Entiendo que en un sistema político, como diría Giovanni Sartori: al aceptar vivir en una sociedad políticamente organizada, implícitamente tenemos que aceptar jugar bajo las reglas establecidas, efectivamente habrá más disenso que consenso, pues difícilmente nos pondremos de acuerdo todos.
Bajo esta línea de pensamiento entenderemos, que las instituciones, los partidos políticos, los representantes populares -como el presidente en turno-, si bien no tienen legitimidad, existen, porque así son las reglas del juego, porque hay una estructura que los mantiene, y porque nosotros como población no hacemos nada para removerlos o modificarlos. Si no haces nada por cambiarlas, automáticamente estas consintiendo las existencia de estas figuras. Bajo las reglas antes mencionadas, un diputado electo será legitimo así el total de votantes sean veinte y once hayan votado por él. Obviamente el abstencionismo y el desinterés ciudadano por la res política, le conviene a la partidocracia -el pueblo no se mete y los dejan despacharse con la cuchara grande. Pero un desentendimiento total, es preocupante para los partidos y el gobierno, pues una elección ciudadana donde el abstencionismo es del 60 o 70 %, puede hacer pensar a la gente qué tan necesario es mantener un gobierno en el que ya nadie cree o qué tan conveniente es seguir militando en un partido que ya no es útil.
Como resultado de esta preocupación vemos campañas electorales interesadas en atraer jóvenes, ancianos, por hacernos sentir que los candidatos más que nuestros representantes –y verdugos- son nuestros amigos. El Ejecutivo ha hecho lo propio al tratar de justificarse y decir que aun tienen razón de ser, para lo cual han ido a picarle la cresta al narco y se han enfrascado en una guerra de baja intensidad que de entrada se ve difícil de ganar. Lo anterior es una jugada por parte de la clase política y burócrata para poder seguir teniendo razón de ser.
Pero atrás de este tipo de movidas electoreras y manipuladoras de masas, se esconden objetivos más obscuros y hasta macabros, objetivos que no es difícil identificar, solo es cuestión de leer los diarios ver lo que ha pasado en otros países y atar cabos. De dichos asuntos obscuros hablare en la próxima entrega.

Voto nulo como voto de convicción
Ciudadano Brando
Un debate intenso se está generando al interior del grupo de ciudadanos que ha votado por convicción, que ha ejercido el sufragio a favor de personas más que de partidos y de causas más que de plataformas. Justo ahora esos factores no están presentes con tanta claridad como en otras elecciones.
Quizá porque estamos en votaciones intermedias y desde que tengo memoria electoral así son: desangeladas, sumidas en distintas crisis, con el sello de la descalificación y el argüende. Nos hemos hecho a la idea de que los únicos cambios profundos se pueden generar cada seis años cuando elegimos al poder ejecutivo o cada cuatro cuando hay mundial de fútbol. Así es como las votaciones para diputados federales se pierden entre la bruma del desencanto que nos provoca el cinismo de la clase política.
Como sea, el debate ha comenzado y gira en torno a la utilidad del voto nulo contra la utilidad de votar por los actuales candidatos de izquierda que en su amplísima mayoría no significan una oportunidad manifiesta de avance, a eso le sumamos el llamado que organizaciones feministas han hecho para votar por aquellos partidos que apoyan la agenda más progresista.

El llamado a no anular el voto se enfoca principalmente en la consecuencia que tendría el la dupla PRI-PAN pues se vería reflejado en acciones constitucionales contra la ILE (Interrupción Legal del Embarazo).

Yo no antepondría el voto nulo sobre el llamado que hacen estas organizaciones porque considero que es una causa justa y necesaria en nuestra sociedad; sin embargo, la preguntas que me surgen son: ¿Qué compromisos genera la izquierda partidista para con los ciudadanos que por este llamado ejercen su voto a favor?, ¿merecen los partidos de izquierda la confianza de éste electorado de convicciones, a pesar de que en los últimos años no han mostrado más que mezquindad y descaro? La izquierda partidista puede ser una contención a todos estos retrocesos, pero como hacemos para que no que legislen en beneficio propio todo lo demás. Ahí está el dilema.

Uno de los argumentos principales contra el voto nulo es su carente utilidad manifiesta, no obstante se encuentra especificado dentro del código electoral, no tiene un fin determinado. Así como los votos a favor o en contra de un partido le dan la victoria o la derrota, con el voto nulo no hay ningún efecto legal, aunque fueran la mayoría la ciudadanía no puede ganar en este sistema, solo perder.

Uno de los argumentos más simplones para no votar nulo va en ese sentido, ¿Para qué votar nulo si no hay efecto legal y a los partidos no les importa si es el 30% o el 70% del padrón?

Si ese el cinismo con el que se manejan, entonces mis dudas respecto al comportamiento de la izquierda y de los partidos en general están bien fundadas y prefiero anular mi voto a menos que exista una verdadera manifestación de corresponsabilidad con la ciudadanía que vota por convicción y no sólo con las clientelas. Las preguntas son: ¿cómo generamos ese compromiso?, ¿quién dará el primer paso hacia esa nueva relación?

Si en los sondeos pudiéramos saber quienes votaron por la izquierda antes de tomar la decisión de anular su voto, existirían elementos duros para determinar su efecto.

Por lo pronto el universal señala en sus encuestas que el 32.81% de la población saldrá a las urnas y anulará su voto.

Ante el hartazgo, ¿qué hacer?
Alfonso Zárate
El Universal

El hartazgo es evidente. Hay un repudio de los ciudadanos a políticos, partidos y gobiernos. Pero hay algo peor: el agobio que genera el retroceso económico —más grave en México que en la mayoría de países de la región— y el miedo que genera la brutalidad de la delincuencia están alimentando la nostalgia de algunos, cada vez más, por las viejas certidumbres y la mano dura. Como la memoria es corta, en México, como en toda América Latina, el desencanto con la democracia hace que segmentos importantes de nuestras sociedades se digan dispuestos a sacrificar libertades si, a cambio, se pone freno a la inseguridad pública y se recupera el crecimiento. La más reciente medición del Latinobarómetro (2008) muestra que 53% de los ciudadanos de la región está dispuesto a aceptar un “gobierno no democrático si resuelve problemas económicos”.

La agregación de problemas configura un escenario perturbador. Quienes creían que la alternancia contribuiría a resolver los graves problemas heredados de la República priísta saben hoy que la ineptitud no es patrimonio de un régimen ni de un partido y que las viejas inercias resisten y se imponen. En momentos difíciles para el país, la ausencia de una clase política inteligente, lúcida, imaginativa y honesta que privilegie el interés nacional y construya alternativas complica el escenario.


No obstante que la alternancia en los gobiernos estatales inició en Baja California hace ya dos décadas (a nivel municipal mucho antes), la sociedad sigue sufriendo el nepotismo, la corrupción, la impericia, la complicidad con las bandas criminales. Para colmo, junto con los políticos y los partidos, las dos mayores instituciones electorales, el IFE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), sufren un descrédito sin precedente; en el caso del tribunal, la revocación de las sanciones al PVEM terminó con el poco prestigio que le quedaba.


Los partidos, especialmente las camarillas que los controlan, aprueban reformas que acentúan sus poderes e injerencia; después, manejan a su antojo las nuevas posiciones en el IFE y el TEPJF, incluso las candidaturas para las elecciones en curso, y hoy se han adueñado de todo: controlan árbitros, juzgadores y contendientes.Este somero recuento da la razón a quienes expresan su frustración con la política y los políticos. En los últimos meses, distintas voces se han pronunciado por anular el voto como una manera de enviar una señal muy clara de reprobación a los partidos y a la clase política. Sin embargo, esta opción de rechazo, lo mismo que la abstención razonada o indolente, tiene por lo menos cuatro problemas:


1) Con la anulación del sufragio o la abstención se deja el campo abierto a la clase política que se busca “castigar”; salvo que se trate de un movimiento masivo, sin precedentes en la historia del país, la definición de políticas públicas y la toma de decisiones de enorme relevancia seguirán en las manos de la partidocracia y sus grupos parlamentarios.


2) Si el diagnóstico es acertado, la dignidad y la responsabilidad democrática son bienes escasos en la arena política y partidista. De tal suerte que el vacío ciudadano o el desprecio manifestado en el voto nulo serán leídos por los políticos profesionales con la arrogancia e insensibilidad que los caracteriza. ¿Desconocen, acaso, los estudios de opinión que confirman su descrédito? ¿Qué ocurrió después de las impresionantes manifestaciones populares contra la inseguridad y la impunidad? ¿Alguien se ha puesto el saco después de que Alejandro Martí les exigiera: “¡Si no pueden, renuncien!”?


3) La abstención y la anulación del voto favorecen al partido con mayor capacidad para movilizar a sus clientelas el día de la elección y potenciar los efectos del voto duro. En el caso mexicano, el PRI lleva la mano a nivel nacional; aunque el PAN y el PRD hacen lo propio en sus respectivos bastiones (Guanajuato y el DF serían casos paradigmáticos).


4) Ante la ausencia de una sociedad civil madura, dinámica, democrática, el hartazgo por la política y sus oficiantes favorece la irrupción de iluminados que disfrazan con retórica popular y anti statu quo proyectos autoritarios y regresivos, lo mismo a la derecha que a la izquierda.
http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/vi_44384.html

Anular el voto
Manuel Barlett

Las elecciones avanzan entre el desinterés y el repudio. Las encuestas son reveladoras, se calcula una participación de 30% a 35%. A este panorama hay que añadir el creciente movimiento “anulista” —asistir para anular el voto— que se calcula en 10%, lo que llevaría a una votación de 20% o 25% del electorado. Así está, todos los actores políticos han contribuido a fomentar el desprecio electoral.

El proceso electoral es ajeno a las preocupaciones generales. El gobierno carece de oferta ante el desastre económico al igual que los partidos. Se eluden los temas principales en un cínico acuerdo virtual que mantiene a los partidos sin compromisos sobre asuntos que toquen intereses poderosos. No hay debates, se les pueden escapar ideas comprometedoras; hay acusaciones de lavadero, evitemos que “la política nos divida”, reza el despolitizador eslogan priísta.

Inició el proceso con ventaja del PRI. Alarmado, Calderón se lanzó a alterar el rumbo electoral a través de golpes mediáticos, buscando posicionar su deslavado gobierno. El Presidente manipula la agenda política, minimizando el proceso electoral. “La fiebre del cochino”, que pilló al gobierno impreparado, dependiente del exterior, con un sistema de salud demolido, llevó a medidas que dañaron al país, ha sido presentada como un éxito presidencial. Empantanado en la economía deviene el “salvador de la humanidad”, con las televisoras todo se puede.

Superada la epidemia surgen informaciones del agravamiento económico, inicia otra serie de golpes mediáticos: el Ejército y federales violentan autonomías estatales, con una desvergüenza electorera que disfraza con su dominio de la información. Nadie confronta estas acciones que reflejan el fracaso del gobierno, para no ser acusado de narco. ¿Quién atiende la elección en medio del perpetuo sainete calderonista?Los partidos han contribuido a envilecer el proceso manteniendo una indefinición ideológica cómplice del gobierno. Sus cúpulas actúan con brutal autocracia, los diputados someten su representación a los intereses cupulares. No hubo debate en la cámara saliente, sólo sumisión, acuerdos entreguistas. Los candidatos fueron designados para responder a los intereses de quien los benefician.


¿Votar o anular el voto? Quienes defienden el voto no desconocen el rechazo a la elección; consideran que es peor no votar porque debilita al sistema democrático, escojamos al menos malo. En realidad el sistema se impondrá. No hay diferencias entre los partidos, sus dirigentes obedecen a los mismos intereses. Los candidatos han sido seleccionados en esta cultura de obediencia, da lo mismo si un partido obtiene más curules que otro; la mayoría está garantizada para el partido de la oligarquía, sumada la minoría ya cooptada en el Senado. Escoger al menos malo nada altera. El Ejecutivo, ese que quisiéramos que tomara decisiones urgentes que no toma, tendrá una cámara aliada.El voto legitima esta composición. Los candidatos designados cupularmente serán diputados, sus coordinadores saldrán de sus propias filas por acuerdos externos y pasarán a disponer libremente de enormes fondos, para comprar lealtades. Actuarán todos en representación de la nación y decidirán entre tantas cosas el presupuesto nacional como se les indique. Usufructuarán el poder como si no pasara nada. ¿Cómo acabar con esta estructura que se reproduce como una hidra de elección en elección? ¿Podemos esperar del voto personal algún cambio? Habrá que empezar por rechazar el todo, denegar una legitimidad obligada, anular el voto. En los linderos de la ilegitimidad electoral o ausencia de representatividad, partidos y dirigentes carecerán sin duda de autoridad política y moral, abriéndose el camino al cambio, será un importante mensaje.
http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/vi_44374.html
Doble discurso
ADOLFO SÁNCHEZ REBOLLEDO
Según el presidente Calderón –y no es la primera vez que lo dice, aunque no siempre haya sido tan contundente– lo que está en juego es el futuro de la democracia, las instituciones representantivas y la capacidad como país para alcanzar el desarrollo por la vía de la legalidad”. Ni más ni menos. Antes, como respuesta a las quejas de que las actuaciones federales en Michoacán podían ser violatorias del pacto federal o tener estrechos fines electorales, el secretario de Gobernación puso en juego ese argumento mayor: “Es importante decir algo: que nadie se jale la marca (sic). Estos operativos son en defensa de todos los partidos, como instituciones fundamentales para la vida democrática del país”. Esa es, por ahora, la versión oficial, ratificada tras la reunión del Consejo de Seguridad Nacional, después de la cual las voces mínimamente discrepantes recibieron, y cómo no, puntuales contestaciones por parte del Ejecutivo y su partido.
Si, en efecto, “está en juego” la viabilidad del país (y, por tanto, es mejor callar ante los excesos autoritarios que criticarlos), menos se entiende el doble discurso oficialista que, por un lado plantea la exigencia de la unidad nacional contra la delincuencia organizada (“México nos necesita unidos”, Calderón) y, por el otro, no deja de partidizar la guerra contra el narcotráfico, identificando a las oposiciones con “los enemigos de México” (Germán Martínez). La pretensión de juzgar electoralmente el “pasado” se convierte así en un ejercicio irresponsable de acusaciones genéricas que, sin embargo, no trascienden al ámbito penal ni desatan los nudos más gruesos de la impunidad. En cambio, envilecen la lucha política, desatan el cinismo y hacen soñar a los nuevos derechistas.
Si el Presidente cree que la mayor amenaza a la democracia proviene de la infiltración de la delincuencia organizada en las organizaciones del Estado, partidos, congresos y gobierno en todos sus niveles, entonces –me parece– está obligado a ofrecerle a la ciudadanía mucho más que una política de hechos consumados, revelada a cuentagotas a través de los voluntaristas partes de guerra emitidos por el alto mando, por lo general carentes de una evaluación crítica de la estrategia en curso que nos permita saber si avanzamos o retrocedemos.
Da la impresión de que, para el gobierno, lo más importante es transmitir el “mensaje” de firmeza que lo obsesiona, aunque para ello deba hacer a un lado cualquier ejercicio de pedagogía cívica y legal, la ejemplaridad que educa en el cumplimiento de la ley. “No tiene sentido que nos digan que se tiene meses investigando y resulta que no hay un pliego de consignación y por ende no sepamos de qué se les acusa, pero sí se les arraiga por 40 días”, señaló con razón el diputado González Garza.
Ante la catastrófica situación de la seguridad pública, hemos aceptado a regañadientes la presencia del Ejército para combatir a la criminalidad. Ahora se nos pide que no se considere la irrupción violenta en el palacio de gobierno de Michoacán como una violación al pacto federal. Y luego, ¿qué sigue?: ¿la suspensión de las garantías individuales sin pasar por los procedimientos requeridos por la Carta Magna, o la colaboración de fuerzas de seguridad extranjeras en territorio nacional?
http://www.jornada.unam.mx/2009/06/04/index.php?section=opinion&article=019a2pol

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